sábado

Taller #12 Frutas.

Hoy hicimos un conversatorio que inició con las manzanas de agua. Llevé un paquete que me regalaron en la Feria de Zapote, que estaban bien grandes y muy ricas.
Se me había ocurrido hacer un taller sobre este tema porque mi familia es de zona rural, y entonces siempre estuve acostumbrada a comer frutas de aquí. Sin embargo, de unos años para acá he visto que cada vez es más difícil conseguir algunas frutas, y que otras se consiguen pero son carísimas.
Conversé sobre esto con las señoras, y en efecto, llegamos a la misma conclusión: ahora, mucha manzana pera, y mucha uva en el supermercado, pero a los productores de aquí nadie les da pelota y entonces tienen que vender la tierra o comenzar a cultivar otras cosas que sí se vendan.

En la conversación salieron a relucir los nísperos, las guabas, las anonas, los jocotes, los mamones chinos, las manzanas rosa, las mangas pingüinas, las naranjillas, las mandarinas y los limones dulces, los membrillos, las frambuesas, los cases, las granadillas...

Fue un conversatorio largo y tendido, y recordamos cómo de chiquillos siempre andábamos con lombrices por estar comiendo frutas directamente del árbol sin lavar, y que en realidad era más fácil conseguir qué comer. Según doña Orfilia, que vivía en el puro campo, ella era pobre, pero los pobres siempre tenían qué comer, porque había árboles frutales por todas partes, y los vecinos eran mucho más solidarios que ahora. En general a ellas les parece una pena que se haya perdido toda esa tradición, y doña Elieth, que tiene familia aquí en Curridabat, hasta mencionaba que es muy triste que ahora la gente ni siquiera tiene patio en la casa, y que no pueden sembrar nada, que todo hay que comprarlo carísimo en el súpermercado.

*En la actividad hubo 12 personas.

Taller #11. Leyendas II

Con mis hermanas, fui a visitar el hogar por la mañana. Llevamos materiales para ilustrar, y el taller de leyendas preparado, pero nos topamos con la sorpresa de que unos estudiantes de la Sta. Paula estaban haciendo TCU y tenían la sala ocupada.
Nos fuimos con doña Marianita y doña Elieth a conversar afuera, y al final fue una mañana productiva, porque nos contaron dos leyendas. Una es la versión de doña Marianita para La Llorona:

Dicen que había una muchacha jovencita que tenía un novio. Él la dejó embarazada. Como el novio era de gente rica, entonces la muchacha no dijo nada y se mejoró a escondidas. Cuando el bebé nació, ella lo tiró al río, y la corriente se lo llevó.
En esto, se le apareció un ángel:
"¿Qué es lo que has hecho?"
"Nada", le respondió ella, porque no sabía que era un ángel.
"Vos no regresarás a tu casa, quedarás castigada por Dios y ahora te quedaréis
(sic) río arriba y río abajo cogiendo a tu bebé".
En la casa la buscaron y no la encontraron, pero con el tiempo la echaron al olvido y no hablaron de ella nunca más.

Una vez mi mamá se fue a lavar al río (ella enjabonaba la ropa y la ponía al sol en una piedra, después la aporreaba y se la llevaba a serenar y al día siguiente la enjuagaba otra vez y la tendía en un alambre), y dejó la ropa en el alambre porque ya era tarde. Al otro día cuando volvió, se encontró la ropa toda revolcada y pensó que había sido el tigre. Entonces, como tenía que lavar más, llamó a mi tío y lo sentó en una piedra alta, a cuidar que no viniera el tigre. Pero el chiquito lo que vio fue una llorona chinga, mechuda y que aullaba como loca. Ella es así porque se volvió loca porque Dios la maldijo y no la deja coger al bebé que el río se está llevando. Y entonces mi tío le avisó a mi mamá y salieron huyendo, porque la Llorona es cosa mala y dicen que si lo agarra a uno lo ahorca.

Ya para estas alturas mis hermanas tienen una cara de miedo que ni para qué. Pero doña Marianita está súper emocionada, porque a ella le encantan los cuentos de sustos y espantos. Y nos cuenta otro:

Dicen que era un muchacho joven que vivía con los papás. El papá era muy callejero, y la pobre mamá se quejaba y se quejaba. Un día le dice el muchacho a la señora "mamá, yo vuir a buscar a ver onde es questá mi tata". "No, dejálo, que si vos también te vas, entonces me da miedo dormirme", le respondió la mamá. Pero el chiquillo decidió que iba a asustar al papá. Se forró con unos cueros y se guindó unas cadenas en el pescuezo y de los brazos.
El muchacho se fue a esperar al papá en la calle y cuando éste venía para la casa, le salió pegando gritos. Pero el papá lo reconoció y lo maldijo: "ahora te vas a quedar así para siempre, mal hijo, porque el hombre es de la calle y la mujer de la casa, y al hombre solo Dios lo cuida". Y el muchacho salió huyendo y quedó convertido en el espanto.
Cuando el papá llegó a la casa, le contó a la esposa lo que había pasado y le dijo "no lo esperés porque no va a volver, yo le eché una maldición". Y le puso "Cadejos" porque el muchacho se llamaba "Alejo". Y desde entonces el Cadejos es el compañero del hombre callejero.
Una vez mi papá... mi papá tocaba guitarra y se iba a dar serenatas... y un día le agarró tarde para devolverse al abra (en ese tiempo la tierra era del que la trabajaba).
Y ese día le salió el Cadejos. Decía mi papá que tiene los ojos redondos y colorados. Y que lo volvió a ver y él ya vio que era el Cadejos. Y este lo siguió casi hasta llegar a la casa... Estas historias son positivas...

Mis hermanas se vuelven a ver con una cara de susto... Y doña Elieth cuenta que sí, que esas historias son "positivas", o sea, verdaderas. Y nos dice que para evitar esos espantos que le salen a uno en el descampado, lo que hay que hacer es andar siempre con uno las "7 hierbas": albahaca, romero, artemisa, ajenjo, ruda, llantén y mirto, que se ponen en alcohol y se frotan por el cuerpo para apartar los agüizotes y los espantos.